lunes, 10 de octubre de 2011

Empezamos con una noticia sorprendente transformada en cuento por SARA GARCÍA DEL CAÑO

La tercera semana de septiembre nos enteramos de la huida de un preso aprovechando que en su prisión estaban desarrollando un curso de cine. Esto es lo que nos cuenta Sara, podría ser un guión de una gran película (no os lo perdáis).
                            
      Libertad Amada...
Sara García del Caño (4º B)

      A sus diecinueve años y tumbada en el áspero colchón de su celda miraba el techo con los ojos hinchados de tanto llorar. La sirena del desayuno sonó. Libertad se incorporó y se vistió. Salió de su celda arrastrando los pies. Hacía tres días que la habían condenado a diez años de cárcel. Lo recordaba perfectamente, en la cama, en la comida, en la ducha... esa cara no se le olvidaría jamás; Ana, su mejor amiga, asesinada en la calle cruelmente con 14 puñaladas. Esa noche ella y Ana habían quedado en la antigua parada de autobús para reconciliarse de una fuerte pelea de días atrás, pero cuando ella llegó ya era demasiado tarde, su amiga estaba en el suelo rodeada de un charco de sangre, con un puñal clavado en el abdomen. En ese momento a Libertad le golpeó un sentimiento de horror absoluto. Y no pudo evitar correr hacia su amiga, arrancarle el puñal y estrecharla contra sus brazos. Se quedó así toda la noche, hasta que amaneció y el primer transeúnte que pasó llamó a la policía. Todas las pruebas apuntaban a ella, huellas en el puñal, la pelea que habían tenido... todo. Pero Libertad sabía perfectamente que no había sido ella.
     
      Después de desayunar caminó hacia el patio junto a otras chicas, y de pronto una mirada verde hierba se cruzó con la suya, la más bonita que había visto nunca, un chico de unos veinte años, cruzó el pasillo en dirección opuesta. Libertad no le había visto nunca en la cárcel, quizás sería algún familiar que venía de visita, pero le extrañó, ya que a esa zona no tienen acceso las visitas. Cuando salieron al patio dos de las carceleras que llevaban a su grupo les ordenaron sentarse en un banco.
  –Hoy haremos algo distinto a otros días.– Comenzó una–Haréis un cursillo de cine durante cuatro días, y si os portáis bien, luego podréis filmar una película en exteriores.–De pronto apareció el extraño chico del pasillo.–Él será vuestro profesor, se llama Christofer Daniels.
  –Hola–saludó el profesor con una preciosa sonrisa–podéis llamarme Chris.
De aquí a una semana seré vuestro profesor. Aprenderéis todo sobre el cine y al final podréis filmar una película. Bien, empezaremos hoy. Decidme vuestros nombres.
Todas las chicas empezaron a decir sus nombres, algunas soltaban algún  piropo al chico acompañado de una colleja de una de las carceleras. Cuando le llego el turno a Libertad no dijo nada.
  –Es Libertad, nueva, no ha hablado todavía desde que llegó.–dijo una carcelera.
El chico clavó sus ojos en los de Libertad e hizo que esta se estremeciera. Cuando hubieron terminado las presentaciones comenzó la primera clase. Chris hablaba mucho como si todo lo que estaba diciendo e iba a decir le apasionara; Libertad no escuchaba nada ni a nadie, miraba hacia abajo, cuando una mano tocó su hombro, se sobresaltó.
  –¿Estás bien?–preguntó Chris descubriendo un par de lagrimas que se deslizaban por las mejillas de Libertad.
Ella asintió y retiró la mano de Chris de su hombro y volvió a mirar hacia abajo. La clase siguió otra hora más, hasta que la sirena del tiempo libre sonó y todas las presas se levantaron deprisa y se desperdigaron por el patio. Libertad se levantó del banco y comenzó a andar hacia el rinconcito verde en el que pasaba el tiempo sin hacer nada. Se sentó, cerró los ojos y rozó sus dedos en la hierba que aún estaba mojada por el roció. Una voz familiar le hizo abrir los ojos.
  –Libertad... Un nombre demasiado bonito para que esté preso en una cárcel, ¿No crees?–pregunto Chris.
  –Sí–respondió ella incorporándose y echando a andar.
  –Espera–dijo el chico agarrándole del brazo.–¿Por qué?
  –No tengo ganas de hablar de eso, yo no fui–le dijo mirándole a los ojos, se chafó del brazo y se fue.

     
      Ese día, en su cama, fue la única noche que no pudo dormir por otra cosa que no fuera el horrible suceso de Ana. La mirada verde de Chris se colaba entre sus pensamientos sin dejarla conciliar el sueño, al fin se quedó dormida. La sirena de las ocho en punto la despertó, se vistió rápidamente, había sido la primera noche que no había derramado ni una sola lágrima, se lavó la cara y salió de su celda en dirección al comedor. A la media hora salieron al patio donde ya esperaba Chris. El profesor comenzó  a hablar. Pero hoy era distinto para Libertad, se fijaba en el chico, sus movimientos, sus palabras … en aquel momento Libertad no solo se dio cuenta de que le gustaba el cine, sino de que se había enamorado. La sirena sonó indicando que el tiempo libre comenzaba. Libertad se puso de pie, comenzó a andar hacia su rincón de hierba y se sentó. A lo lejos Chris terminó de hablar con la carcelera y caminó en su dirección. Libertad empezó a ponerse nerviosa. El chico llegó y se sentó a su lado.
  –La carcelera me ha contado porque estás aquí–dijo Chris.
Los ojos de Libertad se llenaron de lágrimas.
  –Yo no fui...
  –Te creo–respondió el profesor para sorpresa de la chica.
Libertad le miró sorprendida a la vez que una lágrima resbaló por su mejilla.
  –Pues eres el primero.
  –Lo dudo–dijo Chris–Es difícil creer que tu hayas podido hacer algo así.
  –Sí, pero ahora estoy aquí, y eso no lo puede cambiar nadie.
  –Quien sabe...
Libertad le miró extrañada. Se produjo un largo silencio.
  –Gracias–dijo Libertad
  –¿Por qué?
  –Porque hoy ha sido la primera noche que he pasado pensando en alguien que no fuese Ana.
La sirena de la comida sonó. Chris sonrió
  –Me tengo que ir, mañana te veo–dijo Libertad, y salió corriendo.
     
       Al día siguiente Chris llegó tarde.
  –Siento llegar tarde, he tenido algunos problemas de tráfico.
Cuando la clase finalizó Libertad fue a su rincón seguida de Chris
  –Oye, ¿Por qué me sigues hasta aquí todos los días?–preguntó la chica.
  –No lo sé, no quiero que estés triste y sola.
  –Ah, ¿Te preocupas por mí?–preguntó Libertad divertida.
  –Supongo que sí–respondió el chico con una sonrisa.–Por cierto, ya solo queda un día de clase. Y en el cortometraje que gravaremos he decidido que tú seas la protagonista.
  –¿Por qué?
  –Mañana después de la clase te lo explico. Pero tienes que hacerme caso en lo que te diga. Quiero ayudarte, ¿De acuerdo?
  –Sí–dijo la chica extrañada
  –Adiós, tengo que irme–dijo el profesor.
      Esa noche en su cama, Libertad pensaba y pensaba en lo que le había dicho Chris, “Quiero ayudarte” ¿Qué significaría? Y ¿Por qué iba a ser ella la protagonista? Con todas esas dudas flotando en su cabeza, se quedó dormida.
Los rayos de sol que se filtraban por la ventana del techo despertaron a Libertad minutos antes de que sonara la sirena. Se sentía entusiasmada, a la vez que preocupada por lo que Chris le dijo el día anterior

      –Bien–comenzó a decir una de las carceleras–hoy vamos a grabar un corto, y lo haremos fuera de las verjas de la prisión, por si a caso, hay guardias en los rededores, la más mínima tontería y seréis castigadas, ¿Entendido?
El grupo salió de la cárcel en dirección al frondoso bosque.
-¿Estás lista?–dijo Chris en un susurro al oído de Libertad.
  –¿Para qué?
  –Te voy a sacar de aquí
¡¿Qué?!-se sobresaltó Libertad
  –Baja la voz.
  –¿ Por qué haces esto, Chris?
  –Porque tú no mereces esto, no mereces estar aquí. Y porque... me he enamorado de ti–contestó Chris para sorpresa de Libertad.
Entonces, inesperadamente los labios de Chris se unieron a los de Libertad por unos segundos que a ambos les parecieron eternos.
  –Escúchame–dijo el chico–tu papel será el de una chica que corre por el bosque perseguida por un asesino. Hay guardias en todos los puntos, menos en el río, cruza nadando, en la otra orilla hay un camino y un coche con mantas y ropa seca, cámbiate y espera allí, yo iré lo antes posible, intentare despistar a los guardias, ¿Entendido?
  –¿Pero y si no lo consigo?–pregunto Libertad con los ojos mojados.
  –Lo conseguirás–dijo Chris con una tierna sonrisa.

      –Bien, aquí es suficiente–dijo el profesor llegando a un claro en el bosque.–Libertad correrá a través del bosque, y una de vosotras, que será el asesino, le perseguirá a mi señal–el chico colocó la cámara–Bien, Libertad empieza a correr hacia allí.
Libertad comenzó a correr con todas sus fuerzas en la dirección en que le había indicado el chico. Las ramas golpeaban su cara, pero no le importaba, de pronto oyó la señal del chico, para que el “asesino” comenzara a correr. La chica llegó a la orilla del río y se metió con cuidado para no hacer ruido, nadó lo más discreta y rápidamente que pudo, hasta que alcanzó la otra orilla. Corrió otro trecho hasta que avistó un camino, y en él un Renault gris esperaba con una puerta abierta. Libertad no sentía ni las manos ni los pies, y los labios se le estaban poniendo morados. Cogió una camiseta y unos vaqueros que encontró en el asiento trasero. Se cambió de ropa y esperó, esperó y esperó. Cuando empezaba a pensar que la vida se la estaba jugando otra vez, unos arbustos del lado izquierdo del coche comenzaron a moverse, y Chris apareció de entre la maleza, corrió y se subió al coche. La besó.
  –¿Cómo estás?
  –Congelada–respondió Libertad tiritando.
El chico cogió dos mantas del asiento trasero, cubrió a la chica y arrancó el coche.
   –Por cierto–dijo Libertad sonriendo–yo también me he enamorado de ti.                               

1 comentario:

  1. Espero que os guste (es la primera historia de amor que escribo) :)

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